martes, 8 de noviembre de 2011

EL CULTO Y LA ROCA


Por los escritores antiguos y, sobre todo, por los descubrimientos arqueológicos sabemos que desde tiempos remotos -al menos desde el Paleolítico Superior-, el hombre ha venido rindiendo culto a distintas deidades, naturalistas generalmente, sacralizando a tales efectos determinados lugares de la geografía peninsular conocidos con el nombre de SANTUARIOS. Pero además de tales centros de culto, la mayor parte de ellos conocidos hoy, en los que nuestros antepasados, mediante determinados símbolos y elementos de funcionalidad cultual, dejaron constancia de sus ideas y actividades religiosas, existieron otros lugares menos monumentales, con frecuencia humildes altares y elementos mágico-rituales aislados de significado incierto, cuyas características han propiciado el que, pese a mantenerse intactos, hayan mantenido su anonimato hasta nuestros días.

                       Foto 1.- Santuario rupestre de El Canto de La Atalaya, Muñopepe -Ávila.

En relación con las actividades rituales de sacralización de la naturaleza y en concreto del culto rupestre, la expresión más genuina es el “Santuario Rupestre” -realizado sobre roca-, siendo quizás la característica más destacada de todos ellos, que se encuentran al aire libre no disponiendo de receptáculos arquitectónicos artificiales aunque en algunos casos -Ulaca por ejemplo, aunque se trata de un caso excepcional-, rompieron con tal norma. Foto 1.

Es frecuente que los santuarios rupestres y, en general, los elementos de culto se encuentren situados en alturas, debido seguramente a la creencia de que en estos lugares es donde más cerca se está de la divinidad o donde ésta se manifiesta especialmente; aunque junto a la anterior idea, y en cierto modo opuesta a ella, existe otra según la cual las profundidades insondables de la tierra o el mar albergan otra serie de deidades de los abismos que se manifestarían con los terremotos, volcanes, fuentes, olas, etc., a las cuales podrían haberse dedicado santuarios constituidos en pozos, cuevas, bordes del mar, lagunas, ríos, etc.

Pero en todos los casos, es un hecho el que la piedra, símbolo de lo imperecedero desde tiempos remotos, se ha constituido como base para la práctica de los rituales religiosos e incluso como objeto principal de veneración pues en ella se labran altares, se graban o pintan elementos sagrados, se encuentran grutas y simas donde se rinde culto a la Divinidad, se construyen templos, monumentos megalíticos, etc.

Foto 2.- Iglesia parroquial de Narros del Puerto -Ávila), situada sobre un santuario romano.

Rocas, cuevas y montañas junto a fuentes de agua, bosques, etc., elementos primordiales en la naturaleza, han dado lugar a que las gentes practicantes de cultos religiosos naturalistas de la antigüedad, con frecuencia, establecieran allí sus santuarios o elementos sagrados, santuarios y elementos de culto que con el paso de los siglos han sacralizado, en no pocas ocasiones, religiones posteriores aunque merced al cambio filosófico experimentado por las nuevas ideas los elementos naturales se han sustituido por materiales más vulgares y efímeros como el ladrillo, el yeso, plásticos, etc. Foto 2.

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